Diario El Mundo España
Lunes, 19 de abril de 1999

Reunidos en Nueva York, denuncian que el alumbramiento se ha deshumanizado

CARLOS FRESNEDA Corresponsal

NUEVA YORK.- El doctor Michel Odent tuvo la feliz idea de comprar una piscina de plástico e instalarla en una habitación de la maternidad. Luego invitó a una madre parturienta a abandonar el «potro de tortura» -la cama del hospital- y a sumergirse plácidamente en el agua templada, donde le fue mucho más fácil amainar la tempestad de las contracciones. Finalmente, la dejó elegir el lugar y la postura: dentro o fuera de la piscina, agachada o a cuatro patas.

«Estábamos todavía bajo el influjo de mayo del 68, por eso nos permitieron hacer esas locuras», recuerda el doctor Odent, precursor de aquella otra revolución, la que rompió una lanza a favor del parto natural.

Odent se ha dejado caer este fin de semana por Nueva York, flanqueado por los mayores expertos mundiales sobre el tema, para celebrar El arte del nacimiento, un simposio sobre el parto natural, no traumático.

«Hemos avanzado bastante desde entonces», explica con incorregible acento francés ante la audiencia femenina que aborrota la Academia de Medicina de Nueva York. «Aunque aún no se ha producido el giro necesario en la sociedad; el parto sigue viéndose como algo antinatural y la medicina moderna no asume que lo que mejor funciona es la mínima intervención en el proceso».

Le toma la palabra Suzanne Arms, autora del clásico Immaculate Deception (Inmaculada Decepción), proscrito durante dos décadas por la clase médica americana.

La experiencia

Suzanne sobrecoge al auditorio contando en primera persona su experiencia: 23 horas encarcelada en un habitáculo irrespirable, inmovilizada de cintura para abajo en la cama, soportando nueve pinchazos, nueve, hasta que la anestesista logró acertar con la epidural, y aterrorizada «por la presencia inquietante de tres doctores enmascarados» que amenazaban con hacerle una cesárea. Escalofriante.

«Tenemos un sistema basado en el miedo, y así nos va», denuncia Suzanne Arms. «Los hospitales están siempre preparados para lo peor, y en ese esfuerzo por prevenir el desastre, hemos llegado a una situación tan absurda como ésta: el 90% de los partos no debería tener ninguna complicación, y, sin embargo, hoy por hoy, tan sólo el 10% ocurre sin ninguna intervención médica, llámese cesárea, epidural, episiotomía o fórceps». [Este intervencionismo ha sido duramente criticado por la Organización Mundial de la Salud].

Arms lleva más de 20 años fotografiando a madres parturientas, y las experiencias más gratificantes las ha encontrado en Holanda, donde el 40% de los partos es en casa (costeados por la Seguridad Social, que además desplaza una ambulancia en caso de urgencia).

«El soporte emocional es básico», explica Arms, «y hay estudios que demuestran que el apoyo que una mujer recibe de la comadrona, de su marido o de una doula [acompañante femenina] pueden acortar el parto en dos horas y reducir al 50% el riesgo de cesáreas».

Partos naturales contra partos artificiales. La antropóloga Robbie Dvaies-Floyd habla de los recién nacidos en los hospitales como si fueran cyborgs: mitad humanos, mitad máquinas.

«Hay que romper el mito de tecnología igual a seguridad», proclama la antropóloga. «Tenemos que humanizar los nacimientos y recuperar lo que tienen de mágico y sagrado. El amor, la confianza, las emociones, la intimidad, el ritmo… Todos ésos son ingredientes esenciales en cualquier alumbramiento, y por desgracia, ausentes en la mayoría de los hospitales».

El control

¿Y el dolor? Rosita Arvigo, desde Belice, nos introduce en la técnica del masaje uterino para aliviar el sufrimiento de la madre. Hortence Robinson revela el poder de las hierbas y de la respiración, avalados por sus 40 años de experiencia. Ilana Stein habla del papel fundamental que tienen el marido y la doula en el momento decisivo del parto.

La Medicina y la tecnología han de estar ahí, innegablemente, cubriendo las espaldas en ese 10% de casos en que las cosas se complican…

«Pero el mejor regalo que los médicos podríamos hacer a las mujeres es devolverles el control absoluto de la experiencia del parto», palabra del doctor Michel Odent, que prevé una explosión de los centros de nacimiento desligados de los hospitales (ya hay más de un centenar en Estados Unidos) y un regreso «minoritario, pero socialmente aceptado», al parto en casa.